Daba igual que un viento horrible o que diluviara. Los locos seguían subiendo a sus 300 metros de altura para declararse amor eterno. Y ella aguantaría infiernos por seguir sintiéndolos correr por sus entrañas con aquel brillo en los ojos y una esperanza en el corazón.

Daba igual que soplara un viento horrible o que diluviara. Los locos seguían subiendo a sus 300 metros de altura para declararse amor eterno. Y ella aguantaría infiernos por seguir sintiéndolos correr por sus entrañas con aquel brillo en los ojos y una esperanza en el corazón.
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